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Clínica Córtex

Por SANDRA CORVO 02 abr, 2024
La comunicación es un proceso de intercambio de información con el objetivo de transmitir o recibir dicha información. Por otra parte, el lenguaje verbal es un sistema de comunicación. Debemos comprender que los bebés con un desarrollo comunicativo típico, antes de hablar, durante su primer año de vida, ya presentan muchas conductas comunicativas preverbales, cuyo es la atención conjunta , definida como secuencias coordinadas de acciones, miradas, expresiones o gestos.  Uno de los grandes problemas en los/as niños/as con TEA es el desarrollo del lenguaje verbal y la comunicación. El lenguaje constituye un indicador positivo para el pronóstico, y que influye positivamente en la comunicación, en el aprendizaje y también en la conducta y en el funcionamiento adaptativo. Es la puerta para acceder a la comprensión de un mundo simbólico y abstracto. Las personas con TEA pueden tener dificultades para la comunicación y la interacción social y a veces, el lenguaje oral, no es la mejor forma de comunicarse. Las palabras son abstractas y desaparecen, además de que pueden ser interpretadas de maneras muy diferentes.
Por Marzo 02, 2024 02 mar, 2024
En este espacio, cada mes, describimos parte de nuestro trabajo como logopedas, de la labor que realizamos en ciertas poblaciones o de cómo abordamos determinadas dificultades en nuestra área. Este año, en el día europeo de la logopedia, el 6 de marzo, se quiere dar visibilidad y resaltar la figura de los cuidadores, y cómo, además de muchas funciones indispensables, son también elementos clave para la terapia logopédica y su correcto desarrollo. Es gracias a su trabajo, que las personas a las que atienden adquieren mayor bienestar y calidad de vida. Convertirse en cuidador requiere gran esfuerzo físico y, sobre todo, emocional. Es necesario, dotar de las herramientas adecuadas tanto emocionalmente como a nivel formativo. Así como orientarlas en ciertas situaciones, para reducir su nivel de ansiedad ante eventos que se pueden suceder en el día a día. En las alteraciones relacionadas con la comunicación, el habla, lenguaje y la alimentación, familiares y cuidadores (que a veces son la misma persona), suponen un pilar básico. Nuestra labor como logopedas necesitará tener una continuidad en el entorno y la vida del paciente, así como en el ámbito familiar y esto precisará la implicación de los cuidadores. De ahí que la relación entre profesionales y cuidadores deba ser tan estrecha y cuidada, porque también serán los encargados de orientar a los familiares. Serán los cuidadores los que más tiempo pasen acompañando a la persona en su vida diaria, por lo que pueden conseguir que los objetivos trabajados en las sesiones sean aún más representativos si se llevan a cabo y se incluyen en las tareas habituales.
Por Sandra Corvo Macarro 02 feb, 2024
La sordera, pérdida de audición o hipoacusia son conceptos que se refieren a la pérdida o disfuncionalidad de la fisiología anatómica o del sistema auditivo y que, como consecuencia generalmente, una dificultad para oír, y con ello, dependiendo del momento en el que aparezca, una dificultad en el acceso al lenguaje oral. Las consecuencias que puede tener una pérdida auditiva, también sobre el desarrollo comunicativo y/o lingüístico, podrán variar en función del momento de aparición (prelocutiva o postlocutiva), del tipo (neurosensoriales o conductivas) y del grado de la pérdida (leve 20-40 dB, moderada 40-70 dB, severa 70-90 o profunda +90 dB), y si involucran a uno (unilateral) o a los dos oídos (bilateral).  Habrá situaciones, e las que la pérdida auditiva pueda suplirse mediante la colocación de un audífono, sin embargo, en los casos de pérdidas más graves, se indica el uso de implante coclear.
Por Sandra Corvo Macarro 02 ene, 2024
Según la Guía de Estándares y Recomendaciones de Calidad Asistencial en las Unidades Neonatales del Ministerio de Sanidad, publicada en 2014, se estableció que el período neonatal desde un punto de vista asistencial, incluía, en los nacidos a término, los primeros 28 días y las 46 primeras semanas en los nacidos de manera prematura. No es muy conocido el hecho de que desde los primeros días de vida puedan aparecer en los recién nacidos problemas que dificulten su alimentación. Durante el desarrollo embrionario, en las ecografías, se puede ir observando cómo el bebé succiona su dedo y mete la mano en la boca. Sin embargo, al nacer, este movimiento, aprendido antes del parto, se pierde, cuando entra en juego la gravedad. Algunos bebés, encuentran dificultades para reaprender ciertas habilidades o adquirir algunas nuevas, y es aquí donde comienza la labor de un logopeda neonatal. El logopeda neonatal, atiende al recién nacido y lactante, sobre todo, en sus necesidades alimenticias, ya que es la actividad fundamental que debe realizar por sí mismo (además de dormir). También comienza su socialización. Aquí el logopeda interviene en las interacciones y en el desarrollo comunicativo que se establece entre el bebé y la familia, sobre todo si ha habido una separación por hospitalización o alguna dificultad tras el nacimiento. Se considerará logopedia neonatal hasta los 3 años de edad, por lo que se interviene en un conjunto de procesos diversos del sistema sensitivo y muscular orofacial que producen la gesticulación, la alimentación, el habla… Las habilidades orales serán las que permitan la alimentación del bebé en la etapa de lactante (tanto en pecho como en biberón) y permitirán los cambios de texturas cuando se llega a la fase de masticación.
Por Bastián Solís R. 02 dic, 2023
Disfagia
Por Sandra Corvo Macarro 02 nov, 2023
La logopedia, clave en los bebés prematuros
Por Laura Paniagua 02 oct, 2023
¿Qué es la deglución disfuncional? La deglución es un proceso complejo para ingerir alimentos tanto líquidos como sólidos. Un patrón de deglución correcto se caracteriza por no realizar movimientos de cabeza o cuello, los labios están cerrados y la lengua no realiza empujes hacia adelante o los lados con una masticación bilateral. Sin embargo, en muchos casos se encuentra una deglución disfuncional producida por una postura y uso inadecuados de la musculatura lingual, bucal y/o labial en la deglución. Aparece cuando la lengua, los labios o la musculatura peribucal presionan los dientes en una u otra dirección (Rosell Clari & Borrás Sanchís, 2005). Esta deglución implica movimientos inapropiados de la lengua durante la fase oral de la deglución y se inicia cuando la deglución infantil se prolonga después de la erupción de los dientes. Se instala cuando la lengua se proyecta hacia adelante o se interpone entre los incisivos afectando la mordida normal e incluso alterando la pronunciación normal de fonemas (D,T,R,L,N) (Sánchez & Huc, 2021). El uso inadecuado de la lengua en la deglución interfiere en el crecimiento normal y en la función de la musculatura orofacial. Las fuerzas generadas en los hábitos orales y en la deglución provocan: modificaciones dentarias o dentoalveolares, estimula o modifica la dirección del crecimiento en ciertas estructuras lo que incide en las mordidas abiertas y cruzadas anteriores y/o laterales, e inhibición de la erupción de uno o varios dientes (Campuzano et al., 2018). De la misma forma, el tamaño de la lengua y su posición se relaciona con el crecimiento mandibular, su posición en estado normal se encuentra entre la bóveda palatina, si la lengua ocupa una posición incorrecta podría generar problemas dentoalveolares (Sánchez & Huc, 2021). Las presiones ejercidas por la posición de la lengua y los labios en reposo son más significas y activas en el desarrollo de las deformidades oclusales que aquellas ejercidas durante la deglución, el habla y la masticación (Petrilli, 1994). Los hábitos no fisiológicos pueden ser causantes de maloclusiones o deformaciones dento esqueléticas, cuanto menor es la edad, mayor será el daño ya que el hueso tiene más capacidad de moldearse. Los hábitos bucales son patrones de contracción muscular que se aprenden por repetición y llegan a ser inconscientes, resultan alarmantes al ser una de las causas de las maloclusiones (Campuzano et al., 2018). Señales de alarma Los malos hábitos bucales pueden desencadenar una mordida abierta, efectos en tejidos blandos, dentales y óseos relacionados con maloclusiones (Sánchez & Huc, 2021). Se puede encontrar: Interposición labial. La mandíbula adelantada no logra un sellado labial y se interpone detrás de los incisivos superiores al deglutir y en reposo. Al no actuar, el labio comienza a ser corto y sin competencia favoreciendo una alteración en la oclusión. Interposición lingual. La lengua se interpone entre los incisivos, premolares y molares en el momento de tragar. Contracción comisural. Se forman hoyos cerca de las comisuras por falta de acción de la lengua sobre el paladar Posibles causas Existen múltiples causas y entre ellas se encuentran: Hereditarias y congénitas (fisura labio-palatina etc). Neurológicas (esclerosis múltiple, parálisis cerebral etc). Orgánicas (adenoiditis, maloclusiones, traumatismos faciales) Funcionales: Hábitos lesivos involuntarios (succión labial, digital, de carrillos o morderse las uñas). Falta de maduración a nivel orofacial; principalmente debido a la persistencia de hábitos o parafunciones en niños que siguen succionando objetos o que utilizan el chupete en edades avanzadas. Alimentación triturada Uso inadecuado de tetinas Macroglosia (Jiménez, 2016) Estos hábitos provocan alteraciones del tono y fuerza de la musculatura al igual que alteraciones en la estructura ósea. En muchas ocasiones las causas se producen simultáneamente y pueden llegar a prolongarse con el tiempo, siendo un factor importante la duración del mal hábito para el tratamiento. Diferencias entre una deglución normal y una deglución disfuncional Se pueden encontrar diferencias entre una deglución normal y una deglución disfuncional: Posición frontal de la lengua desde la fase oral. La punta de la lengua se sitúa entre los dientes o empuja la interior de los incisivos. Puede encontrarse directamente relacionada con la mordida abierta anterior. Contracción de los labios. Los labios comienzan a contraerse para compensar la impulsión al exterior de la lengua evitando que los alimentos se escapen. Escape de alimentos. Falta de contracción de maseteros. Debido a que la lengua se fija en una posición baja y no actúa la musculatura elevadora de la mandíbula. Contracción del mentón. Se produce por un intento para sellar la cavidad oral e impedir que los alimentos no escapen. También debido al movimiento excesivo y contracción del labio inferior para alcanzar al superior debido a la oclusión. Movimientos del cuello. Principalmente por una ineficiente masticación. El bolo no se encuentra bien formado lo que dificulta su paso por la orofaringe y la persona estira el cuello y realiza una extensión de la nuca. Ruidos al tragar. Aparecen cuando se realiza un exceso de fuerza y contracción del dorso lingual contra el paladar en la deglución. Mantener residuos de alimentos en la boca después de acabar la deglución. Debido al bajo tono de los músculos de las mejillas que favorece el almacenamiento de partículas en el vestíbulo de la boca. (Cervera & Ygual, 2002).
Por Sandra Corvo 02 may, 2022
El concepto de estimulación viene a explicar un proceso natural que se pone en práctica en la relación diaria que se tiene con el bebé. Es a través de este proceso por el que el niño podrá utilizar sus capacidades al máximo, ejerciendo mayor control sobre el mundo que le rodea y sintiendo una gran satisfacción cuando descubre que puede hacer más cosas de manera autónoma. A través de la repetición útil de diferentes eventos sensoriales que aumentan el control emocional, proporcionando al niño una sensación de seguridad y disfrute, y que amplían la habilidad mental que le facilita el aprendizaje, se desarrolla la estimulación. El crecimiento total de un individuo se lleva a cabo mediante la interrelación del desarrollo físico, mental, emocional y social, por eso, la estimulación temprana, producirá impacto en el crecimiento total del bebé, sin estar presionando ni acelerando ningún proceso evolutivo. Es decir, lo que busca es optimizar las capacidades del niño (González, 2007). El desarrollo infantil se trata de un proceso dinámico y complejo, sustentado en la evolución biológica, psicológica y social. Esta evolución, avanza de manera paralela a la maduración del sistema nervioso, y se caracteriza por una progresiva adquisición de funciones como son la autonomía en el desplazamiento, el vínculo con el entorno, el control postural y la comunicación y el lenguaje verbal. En los primeros años de vida, hay dos elementos de gran importancia que los niños deben alcanzar: el aprendizaje de la lengua materna y un desarrollo psicomotor. Estos elementos, pueden verse afectados por la influencia de varios factores de riesgo (Fernández, 2000). Durante la primera infancia, aparecen la mayoría de afecciones comunicativas en el niño, siendo las que más prevalencia tienen las dificultades del lenguaje y del habla. Estas, tienen un impacto negativo en el desarrollo general del niño o de la niña, ya que afectarán a sus relaciones sociales, pero también a las habilidades cognitivas y al aprendizaje escolar (Santana, 2015). El lenguaje supone los cimientos del aprendizaje. El desarrollo del lenguaje en el niño, se realiza de forma ininterrumpida desde su nacimiento. Es durante el primer año de vida cuando se forman las bases de la comunicación, por medio de las interacciones que realiza con las personas de su entorno. En estas interacciones son de gran importancia aspectos como la entonación, la prosodia, la mímica, la coordinación vista-sonido, el balbuceo… Todo ello son funciones comunicativas relacionadas con el contexto en el que se desarrolla el niño o la niña. También durante esta época, deberá ir desarrollando habilidades fonológicas y la discriminación auditiva adecuada, adquirirá el lenguaje de su entorno y empezará a comprender la gramática de su lengua. Especialmente entre los 2 y los 3 años habrá un desarrollo de gran importancia (López-Salas, 2014). Según Vigotsky, los primeros años de vida constituyen “el período más saturado y rico en contenido, más denso y lleno de valor del desarrollo en general”. Lo más importante del desarrollo infantil reside en que el ritmo del desarrollo es máximo en el mismo inicio y, por último, la adquisición y desarrollo, dependen en gran medida del medio en el que vive el sujeto. Por lo tanto, el hombre, cuando nace, hereda toda la evolución filogenética; pero el resultado final de su desarrollo, corresponderá con las características del medio social en el que viva (Vigotsky, 1987).
Por Sandra Corvo 02 abr, 2022
El síndrome de Angelman (SA) es un trastorno del neurodesarrollo con base genética caracterizado por trastornos en el desarrollo intelectual, motor, rasgos físicos característicos y un patrón conductual típico. Este síndrome, fue identificado en 1965, por el pediatra inglés Harry Angelman, quien describió a tres niños con características físicas y cognitivo-conductuales muy similares. Estos niños, tenían dificultades severas en el desarrollo intelectual, ataxia, movimientos espasmódicos, incapacidad para hablar y risa fácil, además de crisis epilépticas y un electroencefalograma característico (Artigas, 2005). Después de constatarse la existencia de casos familiares, pronto se tuvo la sospecha de que el SA podría tener una base genética. Sin embargo, no fue hasta 1987, cuando Magenis y cols. identificaron una deleción en el cromosoma 15q11-13 en dos pacientes con SA típico. Actualmente, se sabe que la zona identificada como relacionada con el SA puede estar alterada de acuerdo con distintas alteraciones genéticas, como son: Deleción intersticial (deleción de origen materno del cromosoma 15q11-13)  75-80 %. Mutación del imprinting: 6%. Disomía uniparental (los dos cromosomas 15 derivan del padre): 3%. Microdelección del gen UBE3A. La prevalencia de este síndrome se estima que es de 1 caso por cada 15.000 recién nacidos y puede afectar de igual modo, a hombres como a mujeres. El diagnóstico se considera complejo ya que se trata de un síndrome relativamente joven, con probabilidad de que existan muchos casos sin diagnosticar o posiblemente con un falso diagnóstico. (Williams, 2009). El SA se asocia en todos los casos a dificultades cognitivas severas, a las que se añade un trastorno grave del lenguaje, falta de atención e hiperactividad. El lenguaje está mucho más afectado en el área expresiva que en la receptiva. En pocas ocasiones, el niño o niña con SA puede expresar contenido semántico de más de 3 o 5 palabras, sin embargo, su comprensión es mucho mejor, y pueden expresar sentimientos, sentirse comprendidos y responder a señales sociales (Garrido, 2005). Las personas con SA tienen rasgos fenotípicos identificables, a partir de los 3 o 4 años. Si hay sospechas de este síndrome, puede ser sospechado incluso durante el primer año. Entre los rasgos físicos más típicos, aunque no todos están presentes en todas las personas con SA, podemos describir: Microcefalia. Talla baja. Hipoplasia medio-facial. Aplanamiento occipital. Surco occipital. Macroglosia. Protrusión lingual. Prognatismo. Boca grande. Diastemas. Estrabismo. Hipopigmentación cutánea. Escoliosis. Cabello claro. Ojos claros. Sindactilia. Conductualmente, las personas con SA se muestran inquietas, constantemente activos, pasan de una actividad a otra, se llevan objetos a la boca… Es frecuente que busquen el contacto físico con otras personas, a veces con una intensidad desmesurada que generan fuertes abrazos, tirar del pelo, pellizcar o morder. Ocasionalmente estas conductas son difíciles de controlar, ya que pueden tener un carácter impulsivo. Los cambios en la rutina pueden incrementar su ansiedad, generando conductas disruptivas, que ocasionalmente se vuelen agresivas. Sin embargo, la conducta alegre y el aspecto feliz persiste durante la edad adulta (Brun, 2005). En los procesos de enseñanza y aprendizaje de la comunicación y el lenguaje, es de gran importancia el contexto social, en el que el lenguaje se convierte en actos comunicativos funcionales, y las personas implicadas en la conversación se influyen entre sí y se adaptan mutuamente. Además, comparten referentes comunes, es decir, lo que dicen y lo que hacen cambia como resultado de los intercambios comunicativos (Kent, 1988). Desde los primeros años de vida, los niños y niñas en condiciones normotípicas, se adaptan a los estímulos sociales de su entorno. Se adaptan a los sonidos de las palabras que perciben, a las expresiones faciales o a los movimientos y gestos que realizan los adultos. Durante una conversación, se suceden rápidamente diversos turnos de diálogo y múltiples ajustes entre los interlocutores. Estos ajustes están influidos por los objetos referentes que se encuentran presentes, la propia situación que determina de qué se habla y cómo, las intenciones de los interlocutores y los gestos.
Por Sandra Corvo 02 mar, 2022
Cuando definimos a la especie humana, todos reparamos en su capacidad para el lenguaje, por lo que hemos construido un prototipo de ser humano “normal” que se comunica a través del lenguaje oral, de manera mayoritaria. De esta forma, asumimos que las personas que tienen menos desarrollada esta habilidad o tienen dificultades en ella, se encuentran en una situación vulnerable. Las personas con dificultades comunicativas normalmente no se encuentran en igualdad de oportunidades en el ejercicio de sus derechos y, con ello, no optan a una igual participación en la comunicad que el resto de personas. Para empezar a cambiar esto, deberíamos empezar por ser conscientes del papel tan fundamental que tiene la comunicación en nuestra vida, y que contribuye a reconocernos como iguales (Teira, 2021). La demografía en España ha experimentado un incremento considerable de la población, las cifras han crecido durante el siglo XX, puesto que el porcentaje de personas mayores de 65 años, ha aumentado hasta 7 veces (Abellán, 2011). La población está sufriendo un envejecimiento progresivo, por lo que las patologías dependientes de la edad (demencias, accidentes cerebro-vasculares, tumores, enfermedad de Párkinson, alteraciones sensoriales…), también van en aumento. Esto, conlleva que se incrementen los recursos asistenciales que van dirigidos a los mayores, y los profesionales que se incorporan a estos centros pertenecen a diferentes áreas de la salud o del campo social. Sin embargo, frecuentemente, nos encontramos que continúa faltando la figura del logopeda en los centros gerontológicos, a pesar de la gran cantidad de alteraciones que la edad avanzada genera en el lenguaje, la voz, la deglución, la audición y la comunicación. La intervención y la actuación del logopeda en el área de la gerontología tiene un firme fundamento y queda justificada desde que el momento en el que hay que intervenir en la comunicación (con el paciente, con las familias, con los otros profesionales…) y, sobre todo, de prevenir. El logopeda, dentro del equipo de gerontología, tiene la función principal de evaluar e intervenir en los trastornos de la comunicación y de la deglución, pero, además, debe prestar atención a la estimulación del lenguaje y la prevención de dificultades en la deglución de los usuarios del centro gerontológico que no presentan patologías, con la finalidad de preservar el mayor tiempo posible y de la mejor manera todas sus capacidades. También es tarea de este profesional retrasar, en las personas que comienzan con algún cuadro de demencia, la pérdida de su capacidad comunicativa lo máximo posible. Por otro lado, debe inculcar y ayudar a los demás compañeros a comunicarse de manera eficaz con las personas mayores y con aquellas que además tengan alguna dificultad, especialmente aquellas con demencia (Fernández, 2002).
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