La sociedad actual va envejeciendo de manera progresiva, y se estima que, en los próximos 50 años, la proporción de personas mayores en la población general, sufrirá un aumento de hasta el doble de su dimensión actual. Además, el incremento de la esperanza de vida, conllevará un aumento progresivo de personas con más de 85 años, y, por lo tanto, un aumento de la dependencia (Puyuelo, 2006).
Una de las enfermedades que más daño presenta en las funciones cognitivas, es la enfermedad de Alzheimer (EA), siendo una de las causas más importantes de demencia en la población actual a partir de los 60-65 años (Reitz, 2011). La demencia, y en particular la enfermedad de Alzheimer, constituyen una de las principales preocupaciones para las personas de edad avanzada, ya que a pesar de que el deterioro cognitivo va asociado al proceso de envejecimiento, su incidencia y prevalencia aumentan de forma exponencial con la edad (Subirana, 2009). Esta patología es una afección neurodegenerativa, que cursa con un curso progresivo caracterizada por un deterioro cognitivo, conductual y del funcionamiento global de las personas que la padecen (Taibo, 2014).
Centrándonos en las dificultades a nivel cognitivo, la EA se caracteriza porque en sus primeras fases afecta a los procesos de aprendizaje y memoria, concretamente la memoria a corto plazo y el aprendizaje de nueva información, tanto a nivel de conceptos como de procesos. El deterioro que se produce en la EA no es específico de las áreas cognitivas, y puede conllevar afectación en áreas de procesamiento motor y de coordinación de movimientos (Chang, 2012).
Cabe destacar, que uno de los grandes déficits que presentan las personas con diagnóstico de EA, son las alteraciones lingüísticas. Estas alteraciones, son más llamativas en el aspecto léxico-semántico y pragmático, que en la parte fonética-fonológica y morfosintáctica del lenguaje. Estas dificultades no suelen ser propias del inicio de la enfermedad, pero sí suelen aparecer manifestaciones recurrentes como las anomias y las parafasias (Araújo, 2015). En la EA, pueden aparecer trastornos morfológicos que están originados en los órganos fonadores, alteraciones del ritmo verbal y la prosodia, trastornos sintácticos, observándose un habla segmentada o expresiones incompletas, o trastornos semánticos, con lenguaje incoherente y dificultades en la selección adecuada de las palabras. Con el avance de la enfermedad, las alteraciones del lenguaje se entremezclan con las alteraciones a nivel de procesos de memoria, pudiendo terminar en un olvido progresivo de los nombres de personas, de lugares, citas y eventos. Sin embargo, el problema mayor es cuando la alteración del lenguaje, disminuye la capacidad de la persona para comunicar cómo se encuentra o cual es su estado (Aranda, 2017).
En general, se considera que, en las etapas iniciales, el lenguaje se encuentra poco afectado, aunque sí pueden aparecer algunos problemas a la hora de acceder al léxico, en la fluidez verbal y también en los procesos de planificación y elaboración del discurso (Lezack, 2012). A partir de la fase moderada, se ven afectaciones más profundas: gran deterioro en la fluidez verbal, problemas semánticos y anomia, que suelen ir acompañados con las dificultades para acceder al nombre de las personas de su entorno (Zhang, 2011). En la última fase, aparecen las mayores dificultades. Generalmente, el lenguaje se encuentra totalmente desorganizado, y muchas veces se ve restringido a estereotipias verbales o a ecolalias, o incluso perdiendo totalmente la capacidad de comunicación.
En un trabajo realizado por Aranda y cols. en 2017, concluyeron que el lenguaje sufre un empeoramiento generalizado de una manera gradual e irreversible. Aunque la velocidad y la intensidad varía a lo largo de las fases de la enfermedad, las tareas más sencillas y que requieren menor rendimiento cognitivo, son las que más tarde comienzan a mostrar alteraciones.
Los resultados a los que llegaron fueron un empeoramiento en la expresión oral, comprensión auditiva y habla espontánea, a medida que progresaba la enfermedad. Por otra parte, la tarea de discriminación de palabras, apenas se encontró afectada, contrastando llamativamente con la de vocabulario, que se encontró afectada de manera importante, ya desde la primera fase de la enfermedad (Aranda, 2017).
Otras muchas investigaciones, como Ferris y Farlow en 2015, Klimova y cols. en 2015 o Woodward, en 2013, observaron también que el vocabulario es una de las áreas lingüísticas más afectadas en los primeros estadios de esta enfermedad, posiblemente relacionado con el mal funcionamiento que experimentan otras áreas implicadas en la comunicación como la atención y el autocontrol, ya desde las primeras etapas.
Las dificultades en el lenguaje en las personas con Enfermedad de Alzheimer, son de gran y especial relevancia, ya que, si se detectan en el inicio de la enfermedad, se pueden tratar desde las fases más tempranas. La función superior del lenguaje, además, permitirá una mayor integración de las personas en su entorno y contexto social. Esto es de vital importancia, dado que cuando existe una ruptura comunicativa, la persona puede caer en un aislamiento social, y ver disminuida gravemente su calidad de vida.
En resumen, cabe tener presente, que el deterioro de la comunicación y del lenguaje, tiene consecuencias de cara a la calidad de vida en personas mayores y, especialmente en personas con Enfermedad de Alzheimer, por lo que es fundamental la detección precoz y la aplicación temprana de programas de intervención.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
1. Aranda, L., Gordillo-Villatoro, M., Enamorado, J. M., & López-Zamora, M. (2017). Estudio del lenguaje en las diferentes fases de la enfermedad de Alzheimer a través del Test de Boston. Revista de Logopedia, Foniatría y Audiología, 37(3), 111-120.
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4. Lezak, M. D. (2012). Neuropsychological assessment (5 th ed.). NewYork: Oxford University Press.
5. Puyuelo, M., & Bruna, O. (2006). Envejecimiento y lenguaje. Revista de logopedia, foniatría y audiología, 26(4), 171-173.
6. Reitz, C., Brayne, C. y Mayeux, R. (2011). Epidemiología de la enfermedad de Alzheimer. Nature Reviews Neurology , 7 (3), 137-152.
7. Subirana, J., Bruna, O., Puyuelo, M., & Virgili, C. (2009). Lenguaje y funciones ejecutivas en la valoración inicial del deterioro cognitivo leve y la demencia tipo Alzheimer. Revista de logopedia, foniatría y audiología, 29(1), 13-20.
8. Taibo, MLG, Amado, PP, Domínguez, NC, Iglesias, PV, & Real, TG (2014). Conversaciones sobre la identidad propia en la enfermedad de Alzheimer: libros de memoria de comunicación aumentativa y alternativa como ayuda. Revista de Logopedia, Foniatría y Audiología , 34 (2), 60-67.
9. Zhang, YW, Thompson, R., Zhang, H. y Xu, H. (2011). Procesamiento de APP en la enfermedad de Alzheimer. Cerebro molecular , 4 (1), 1-13.
7. Teira Serrano, C. (2021). Logopedia y derecho a la comunicación.